Laura y
Pablo no pueden evitar sentir cierto vértigo ante la perspectiva del divorcio.
El precipicio emocional es muy intenso. Avanzan por una montaña rusa de sensaciones. Bucean por internet en busca de respuestas. Recorren los blogs de
distintos abogados, ávidos de información... y entonces, se topan con anuncios
que prometen divorcios "exprés" en tan solo 48 horas.
Resulta tentador, suena tan sencillo como pedir comida china un domingo por la noche… La idea de quitarse de un plumazo el asunto de encima es atractiva. ¿Para qué prolongar lo inevitable? La decisión está tomada. Quieren actuar rápido, sobre todo por sus hijos.
No obstante, no son ingenuos, sospechan que esos titulares chillones esconden más de lo que prometen y pueden ser como el tráiler de película que solo muestra las escenas trepidantes, pero puede esconder un mal guion.
Deciden recurrir a Cristina, una abogada con aire de suficiencia y sonrisa eterna, para informarse sobre eso del divorcio exprés.
Cristina
les baja de la nube en un santiamén.
Les explica
que, teniendo hijos, el divorcio no es como un huevo que se pone a freír en una
sartén. Lo más exprés que
existe es el divorcio de mutuo acuerdo, pero requiere sentarse a negociar cosas
serias: ¿Quién se queda con la casa? ¿Cómo se reparte la convivencia con los
niños? ¿Cómo se distribuyen los gastos de su manutención? No es algo a resolver
mientras se hacen el café de la mañana y untan con mantequilla un par de
tostadas.
Si no tuvieran hijos o estos ya fueran mayores de edad, podrían avanzar algo más rápido (dado que no existirían la mayoría de decisiones problemáticas, como la custodia y gastos de los niños), y así pasar por la notaría, firmar una escritura, y brindar con champán sin esperar ninguna sentencia judicial.
"Pero, aún así, antes, habríais debido de meditar vuestro acuerdo".
Cristina sonríe porque todos los caminos llevan a Roma: El divorcio no es solo un check en una lista de asuntos pendientes. Hay un trasfondo emocional intenso. Volver a empezar no es tan sencillo. Muchas noches se pasan en vela pensando en cómo afectarán los cambios a los niños, y hasta existe un cierto quebradero de cabeza por la organización con el perro. Todo ello sin olvidar el tema económico: pensiones, ahorros, hipoteca, quizás la venta de la casa... Todo eso no cabe en un cronómetro de 48 horas, por más que algunos anuncios lo pinten como un truco de magia.
"Esos anuncios subestiman el proceso y la carga emocional" concluye.
Para
Laura y Pablo, la reunión con Cristina es un frenazo necesario. Entienden que
no se trata de correr, sino de avanzar paso a paso, con cabeza fría y el
corazón en paz. Por ello, deben abordar el proceso con seriedad y de
manera consciente, pensando en sus hijos y en el futuro que desean construir
por separado. Reconocen la importancia de tomar decisiones reflexivas y
fundamentadas que impacten positivamente en sus vidas y en la de sus
pequeños.
Deciden
tomárselo con calma, charlarlo todo (incluso cómo pagarán Disney). No será un
divorcio de récord Guinness, pero si uno bien hecho. Y quién sabe, tal vez
hasta terminen siendo de esos ex que se llevan bien y comparten una cerveza en
las graduaciones de los niños.
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