La vida, a veces, parece una comedia escrita por un guionista con un sentido del humor algo retorcido, porque justo cuando tienes prisa, no encuentras las llaves de casa o cuando has decidido limpiar los cristales de casa el cielo se llena de nubes y anuncia tormenta para la tarde. Es como si el universo, en un guiño travieso, susurrara: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Y así, una mañana cualquiera, el despertador no ha sonado, o ha sonado, pero te has vuelto a dormir. Te levantas con la ansiedad de que llegarás tarde al trabajo, mientras la cafetera desborda el café porque pusiste demasiada leche en el dosificador. Sales corriendo, calzándote los zapatos casi en la puerta del ascensor, para encontrarte con un atasco monumental. Cambias de carril porque siempre piensas que por donde circulas es el más lento, pero ahora no avanzas en absoluto. No te pueden estar pasando esta cadena de calamidades. En ese momento, murmuras con malhumor: “¡Maldita Ley de Murphy!”, aunque rea...